La danza de los zapateros

Artículo realizado por Miguel Rubio, publicado en el nº2 de la revista.


© Miguel Rubio

Cuando era pequeño, me preguntaba cómo era posible que unos insectos se mantuviesen sobre la superficie de las aguas mansas de los ríos y estanques, y lo que era más intrigante para mí: ¿Vivían eternamente sobre el agua?

Por aquel entonces, yo no sabía qué clase de insectos eran ni cómo se llamaban y, cuando me limitaba a preguntar a mis padres, me respondían diciéndome que eran mosquitos gigantes y que podían picarme. La verdad… eso me aterraba, los mosquitos siempre me han dado pavor (hoy en día también) y solo de pensar que esos “gigantes” que se movían sobre la superficie del agua me podían picar, no era algo que me hiciera mucha gracia, así que abandoné la idea de bañarme junto a ellos por un tiempo.

Al cabo de mucho tiempo, me di cuenta de que esas cosas que me habían dicho no eran realmente ciertas y que la gente les decía “zapateros”. Al bañarme junto a ellos, comprobé que esos “mosquitos gigantes” en realidad no me chuparían la sangre ni nada por el estilo, más bien hasta ellos huían de mi existencia. Vale, había descubierto que no era una clase de mosquito ni tampoco hematófago, pero… ¿qué clase de insecto era, que mecanismo es el que le permite surcar con tanta delicadeza la superficie del agua y de qué se alimenta? Demasiadas preguntas para un niño que no tenía muchos recursos donde buscar ese tipo de información, sobre todo porque no tenía ni ordenador ni internet y, en la mayoría de enciclopedias que poseía no aparecía nada de información sobre insectos y, menos aún, sobre unos que flotaban sobre el agua.

Tampoco mi profesor de ciencias naturales y, más tarde, mi profesor de biología, supieron darme respuesta a todas estas preguntas. Así que, sinceramente la curiosidad por aquellos excelentes insectos se congeló en el tiempo.

Sin embargo, hace unos años decidí recorrer un sendero que me volvería a conectar con estos pequeños animales. Caminando a lo largo de una acequia en pleno otoño, pude observar el baile que estos realizaban sobre el agua y que, junto a los reflejos producidos por el color otoñal, formaban una estampa única. Eso hizo que se reactivase en mí aquella curiosidad de antaño. Así que, todas las preguntas que me había realizado (y muchas más) volvieron de inmediato a mí: ¿De qué se alimentan? ¿Cuál es su periodo de reproducción? ¿Cuál es el macho y cuál la hembra? ¿Cómo se mantienen sobre el agua? Desde aquel momento, mi curiosidad no ha hecho más que aumentar al igual que mi fascinación por éstos.

La especie más común que podemos encontrar es Gerris lacustris, perteneciente a la familia Gerridae. El término Gerris deriva del griego «gerron» que era un escudo de mimbre cubierto de cuero. También hay quien dice que deriva del latín “gerres” nombre de un pez no identificado citado por el autor romano Plinio. Por tanto, sería una alusión a las costumbres acuáticas de este insecto. Lacustris deriva del latín «lacustris, -e» que quiere decir relacionado con el lago (lacus, -us).

Miden entre dos y tres centímetros de longitud y tienen una cabeza con largas antenas y grandes ojos. El macho posee el vientre de color negro y la hembra lo tiene amarillento, lo que la hace menos visible a los depredadores acuáticos. Tienen tres pares de patas, las delanteras son cortas y las usan para agarrar y sostener a las presas. Las patas traseras y medias son largas y delgadas; el par posterior lo usan como “timones”, mientras que el par de patas intermedias lo utilizan para impulsarse sobre la superficie del agua a modo de aerodeslizador. Además, se sabe que también usan las patas para comunicarse por ondas y atraer así a sus parejas.

Los zapateros se alimentan de insectos y otros pequeños invertebrados que caen al agua, muertos o vivos.También practican el canibalismo con los de su propia especie cuando pasan por periodos de hambre.

Sus patas son muy sensibles a las vibraciones y les permiten localizar su presa a cierta distancia. Entonces, se lanzan sobre ella, la sujeta con sus patas anteriores, la atraviesa con su rostro y succiona su contenido. En la imagen podemos observar a uno de ellos que ha cazado lo que parece ser una hormiga (no estoy muy seguro de ello).

Su periodo de mayor actividad suele ser entre los meses de abril y noviembre, donde son fáciles de encontrar sobre la superficie del agua en ríos, estanques, balsas, acequias, etc., siempre que la corriente no sea muy fuerte, aunque pueden aguantar bien en corrientes con cierta intensidad. Aproximadamente, durante el mes de mayo comienzan a reproducirse.

Los machos y hembras desarrollan un fenómeno conocido como coevolución antagonista. Las hembras tienen una especie de escudo que cubre sus genitales, que las protege contra la cópula forzada y se cree que permite la selectividad de la pareja. Para aumentar las oportunidades de apareamiento, los machos contrarrestaron con una estrategia de señalización vibratoria que atrae tanto a las hembras como a los posibles depredadores.

Durante la cópula, la hembra flota en la superficie del agua con el macho montado sobre su espalda; Esto deja a la hembra más susceptible a los depredadores que el macho. Así que, se cree, que la estrategia de los machos intimida a las hembras para que copulen rápidamente, sobre todo las hembras que han experimentado ataques previos de depredadores consienten que la copulación sea más rápida y menos selectiva, que las hembras que no han tenido encuentros con depredadores.

Los huevos son depositados en la vegetación acuática donde quedarán adheridos gracias a una secreción gelatinosa.

Más tarde, entre 12 y 14 días después de la puesta (dependiendo de la temperatura), los huevos eclosionan. Para abrir el envoltorio del huevo, la larva utiliza una especie de hoja cortante situada entre los dos ojos y, a continuación, asciende hacia la superficie nadando. Las crías se parecen a los adultos, pero son más pequeñas, rechonchas y no tienen alas. Las larvas maduran mediante una serie de mudas durante 24 y 30 días. A comienzos del verano, estos adultos de segunda generación se aparearán y su progenie, una vez adulta, volará lejos del agua para invernar en la tierra, bajo la vegetación.

¿Cómo realizan ese baile tan especial sobre el agua?

La danza que producen sobre la superficie del agua es gracias a que, en todas las patas, tienen una almohadilla apical formada por pelos recubiertos por una sustancia hidrófoba, que es producida por una glándula próxima a la boca. Pero, si profundizamos aún más en el asunto, recientemente un grupo de investigadores chinos ha logrado describir el mecanismo por el cual estos insectos flotan en el
agua. Ellos lo llaman el “método de sombra”, y se basan en la refracción de la luz para sus mediciones.

Según el informe, una vez que la superficie del agua se distorsiona por las patas hidrofóbicas, la luz puede refractarse y formarse una sombra oscura rodeada por un brillante anillo bajo ella. Y, aunque el movimiento flotante dependa del principio de Arquímedes, debemos fijar la atención en el movimiento de sus patas gracias a las sombras que proyectan, puesto que siempre se ha creído que la flotación es solamente debida a los materiales cerosos y a la microestructura de sus patas hidrofóbicas.

Cuando las sombras de una de las patas no son regulares, los insectos zapateros levantan la pata para frotarla en su boca.Y, después de este pequeño roce, observaron que la sombra aparecía correctamente de nuevo. Por tanto, dedujeron que la forma de la sombra representa la hidrofobicidad de las patas, por lo que el frotamiento que realizan es un proceso para recuperar la superhidrofobicidad.

Sin duda, el mundo de estos insectos es peculiar e interesante. Todavía quedan muchas cosas que aprender sobre ellos, pero espero haber despertado la curiosidad de muchos de vosotros. Lo más importante es que aprendamos a reconocerlos y no odiarlos por su aspecto. Además, pueden ser un buen aliado contra los mosquitos.

Autor: Miguel Rubio