Los 10000 inviernos de Yellowstone

Artículo realizado por Fran Rubia, publicado en el nº6 de la revista.


© Fran Rubia (Todas las imágenes)

El primer nombre que tuvo Yellowstone fue el “Infierno de Colter”. Aunque algunas tribus indias vivían en su interior, John Colter fue el primer explorador que pisó este espacio natural y, de hecho, el trampero pasó allí el invierno de 1807, aunque la experiencia debió ser bastante traumática, puesto que ya de regreso, en dirección sur, cayó en manos de los indios Blackfoot y de no haber conseguido escapar desnudo no lo habría podido contar a su llegada a Missouri.

Las historias que Colter contaba sobre manantiales hirviendo por doquier e increíbles paisajes (recordemos que Yellowstone tiene sobre diez mil fumarolas y geiseres), no eran creíbles en aquella época. Pasaron otros 50 años para una nueva incursión en la zona que acabó como la primera, y nadie en su sano juicio creía a los exploradores que eran tachados de cuentistas.

Así no fue hasta 1871 cuando el explorador y geólogo Ferdinand V. Hayden comandó una nueva expedición que, junto con otra posterior con miembros del ejército, el fotógrafo William Henry Jackson y el pintor Thomas Moran, acabó desembocando en la creación por el Congreso norteamericano del primer parque nacional del mundo en 1872. Es curioso porque en aquella época las imágenes eran en blanco y negro y fueron las pinturas de Thomas Moran las que causaron un mayor impacto al plasmar el color fielmente de los escenarios.

Para nosotros, esta aventura comenzó en el verano de 2016 cuando en una conversación fortuita con mi amigo Juan Zas, (ya habíamos vivido juntos un safari por Tanzania) decidí que lo acompañaría a él y a Igor Altuna al corazón de Yellowstone, pero con un aliciente clave que fue lo que de verdad me motivaba, lo visitaríamos en invierno de 2017, 210 años más tarde que Colter. El parque, con una extensión similar a la provincia de Almería (cerca de los 9.000 km²) tiene cinco entradas diferentes y ocupa parte de tres estados -Idaho, Montana y Wyoming- aunque el grueso está en este último, en torno al 96%. Sin embargo en invierno no todas las entradas están operativas debido a la gran cantidad de nieve que cubre el territorio, y es que debido a las colisiones tectónicas de la placa norteamericana, en la que las cotas más altas se aproximan a los 4.000 metros y eso, unido a un corredor de frío gélido llegado directamente desde el Pacífico a través de Snake River Plain, hacen que se desplomen las temperaturas hasta incluso unos -54º Celsius oficiales. Mientras en territorios cercanos pueden caer hasta 3 metros de nieve anual, en Yellowstone pueden superar los 15 metros.

Los americanos dicen ”Si no has estado en invierno, no has estado en Yellowstone”. La frase ya de por sí te sobrecoge y te genera un nudo en la garganta difícil de conllevar, porque la realidad es que el parque está seis meses congelado con temperaturas entre 20 y 40 grados bajo cero, en una altiplanicie de 2.400 metros de media, rodeada por la cordillera de las montañas rocosas.

El coloso latente

Al principio de empezar a examinar el parque, a finales del siglo XIX los primeros geólogos, sabiendo que se trataba de un lugar volcánico repleto de géiseres y fumarolas, trataban de hallar el cráter del
volcán. Por entonces no entendían que estaban ante un supervolcán y los datos históricos de otros lugares y las dimensiones del terreno aquí se difuminaban en la niebla (“Los volcanes forman montañas y los supervolcanes las aniquilan”).

Yellowstone es un supervolcán y para entendernos, comparativamente su potencia de destrucción es mil veces superior al Mount Sant Helens en el estado de Washington cerca del Océano Pacífico.

Éste tuvo su última erupción en 1980 y ya ocasionó graves daños personales (57 personas muertas o desaparecidas) y materiales (multitud de casas, 47 puentes derrumbados, 25kms de vias férreas y 300 kms de autopistas destruidas). El USGS (Servicio Geológico de Estados Unidos) utiliza el término “supervolcán” para erupciones que son capaces de expulsar mas de 1.000 kilómetros cúbicos de roca y ceniza en un solo episodio, es decir, para fenómenos cuyo poder de destrucción es 50 veces el del volcán Krakatoa de 1883 que arrasó con la vida de más de 36.000 personas.

La pradera del parque está a 2.440 metros sobre el nivel del mar y 80 km de diámetro, y está rodeada por las Montañas Rocosas. Es lo que antaño fue el gran cráter, pero debido a sus dimensiones colapsó sobre sí mismo, quedándose la caldera volcánica -por cierto la más grande de América y la segunda del mundo después del supervolcán del lago Toba en Sumatra, Indonesia- y es ahí donde hoy se asientan los bosques y lagos que hacen irreconocibles los episodios violentos de su historia.

La última erupción de Yellowstone ocurrió hace 640.000 años y elevó una columna de rocas, cenizas y piroclastos a 30 kilómetros de altura, cubriendo prácticamente toda Norteamérica. Incluso antes de esa erupción, hubo otra hace 2,1 millones de años con más del doble de potencia, que dejó un agujero en el suelo del tamaño de la isla de Mallorca. Con estos datos no es difícil imaginar los años de penuria y sombras a los que toda la fauna y flora del planeta se vieron expuestos, debido a una neblina de aerosoles de sulfato que impedían, entre otras cosas, la luz directa del sol, generando un invierno continuo.

En ese área ocurre lo que se llama un anillo de fuego, debido a que la placa norteamericana se desplaza 4,5 cm cada año en dirección suroeste, así que mientras la corteza terrestre se mueve en Yellowstone, la pluma fija de roca supercaliente que procede del interior de la tierra atravesando la corteza y el manto se mantiene fija y va creando a modo de collar de perlas una línea de fuego de 550 kms de longitud alrededor del rio Snake cubierto de calderas de cada erupción del pasado.

Continuamente el suelo de la pradera-caldera del parque se abomba de tal manera que los geólogos han podido constatar y medir gracias a los puntos geodésicos de décadas pasadas, como por ejemplo un lago, puede crecer en un extremo y rehundirse en el otro desnivelando las aguas hasta volver a una nivelación nueva porque el suelo está continuamente respirando (abovedándose) por efecto de una cámara magmática en expansión, y a veces ocurre también al contrario, debido a pequeños episodios de terremotos recalcando sobre el terreno.

Son estos fenómenos de magnitud grandilocuente los que a veces han llevado a nuestra especie al borde de la extinción.

Bisonte: Un animal casi mitológico

Si hay un animal que quería fotografiar en Yellowstone ese era el bisonte, vestigio viviente de la última glaciación hace unos diez mil años y aún presente en el parque… Realmente imponente, casi mítico, cuando en el pasado había ocupado cientos de miles de km² en las grandes praderas americanas y era cazado de manera sostenible por las tribus indias, hace menos de un siglo los europeos casi lo extinguen debido a la caza intensiva. Introdujeron medio centenar en el parque a mediados del siglo pasado y esos son los orígenes de los casi 5000 actuales. Ver pasar a un macho adulto a tu lado, resoplando por la nariz, es una experiencia que no se olvida. Con un peso por encima de la tonelada, te parece un tren de carga, y realmente es intimidante.

Sin embargo y aunque son los más y mejor adaptados al frío, con un pelaje que puede soportar los -34º, la nevera de Yellowstone los pone a prueba cada invierno. Un 9% de los adultos no superan la estación y un 40% de los jóvenes nunca verá la primavera debido a las congelaciones, los depredadores o los accidentes. Es tal la cantidad de nieve que se acumula que utilizan sus enormes testas para separar la nieve a izquierda y derecha y llegar al suelo donde está la hierba que para colmo y debido al frío tiene una cantidad de nutrientes similar al “cartón”.

A veces se ven en la encrucijada de soportar el frío sin remedio o acercarse a pastar a los aledaños de fumarolas y geiseres para aprovechar el microclima existente. Además, en estos espacios consigue crecer hierba fresca al resguardo de una temperatura más benigna, pero el problema es que la concentración de sílice en la hierba que ingieren les desgasta los dientes y el arsénico que contiene, además, termina por envenenarlos poco a poco, así que en esa delgada línea roja se mueven rutinariamente.

Durante las ventiscas sorprende verlos tan quietos, sin la menor expresión corporal. En una ocasión grabé un video de veinte segundos donde, de no ser por el sonido del viento y el ajetreo de las ramas de los árboles, parecería más bien una foto que un video. Esa es su manera de llevar estoicamente la crudeza del invierno.

Mammoth Hot Springs

Existe un lugar en el parque que es único y también un ejemplo de lo especial de este enclave. Se accede por la puerta del noroeste, cerca de la población de Gardiner, en el sur de Montana. En 1891 se estableció un fuerte para el control y administración del parque por parte del ejercito, llamado Fort Yellowstone, en el cual se construyeron hasta 60 edificaciones y allí se mantuvo hasta 1918. Junto a éstas, se erige una fascinante colina de terrazas de travertino regada por aguas termales provenientes de fisuras y grietas. El travertino (mineral blanco calcareo)se origina por la combinación del dióxido de carbono (gas) con el carbonato cálcico y precipita como tal. Durante miles de años estas formaciones han ido generándose por el agua caliente (más de 2 toneladas diarias de carbonato cálcico) provenientes del Norris Geyser Basin, a través de una falla y a 80º de temperatura, que al discurrir colina abajo iba enfriando y depositando allí los minerales. Para los fotógrafos este lugar es un paraíso por las posibilidades que ofrece y podría dar como para estar dos días subiendo y bajando la colina a través del entramado de escaleras de madera que el servicio de parques ha diseñado. Las posibilidades fotográficas, desde fotografía de texturas, pasando por paisaje abierto, abstracciones en las terrazas de travertino o utilizando focales medias para componer y aislar árboles que sucumbieron a las extremas condiciones del agua, con diferentes tonalidades dependiendo de las bacterias extremófilas que allí prosperan, todo ello envuelto por un manto de nieve alrededor es una auténtica locura y desde luego puedes perder la noción del tiempo.

Además, al contrario del verano, donde el calor alrededor de estas estructuras naturales se hace difícil también por el continuo desgaste del desnivel existente en la colina (sobre los 85 metros), en invierno se lleva con mas “comodidad”.

Los grandes depredadores

Visitar el parque en invierno tiene varias desventajas, una de ellas fue no poder ver Grand Prismatic Springs que, aunque estuve físicamente allí, la ventisca de aquel día fue totalmente ensordecedora, y eso unido a que el piso ya era imposible porque los vapores habían convertido la nieve en hielo en esas pasarelas de madera, tuve que abandonar por más que quise. Otra fue no poder disfrutar tanto de osos grizzlies como negros a causa del período de hibernación en el que están.

Estos suben a las colinas de las rocosas a guarecerse del frio y otros depredadores durante buena parte del año. Sin embargo, esta época del año es el momento propicio de los lobos. Reintroducidos en el parque en 1995 pronto prosperaron como especie. Después de haber estado 70 años sin presencia en Yellowstone debido al exterminio al que se vieron sometidos por los tramperos, auspiciados legalmente por el gobierno.

Lo más increíble de la reintroducción de los lobos fue la “cascada trófica” que provocaron. La cascada trófica es un proceso ecológico que comienza en la parte alta de la cadena alimenticia y llega hasta el nivel mas bajo. A partir de 1995 con 66 ejemplares de lobos canadienses empezó un cambio brutal en el parque, estos empezaron a cazar a los ciervos canadienses o uapitíes y ese cambio incidió directamente en los valles y gargantas que estaban agotados de vegetación por los ciervos. A partir de ahí los ciervos buscaron otros lugares menos expuestos ante la presencia de lobos y estos valles empezaron a regenerarse y empezaron a crecer álamos y sauces y eso atrajo a diversidad de pequeños pájaros y aves migratorias. A la par, los castores pudieron empezar a roer arboles de rivera para crear sus represas y esto generó nuevos hábitats para infinidad de animales como nutrias, ratas de río, peces, diferentes anátidas, reptiles y anfibios. Los lobos redujeron drásticamente la población de coyotes y esto generó que conejos y ratones prosperaran incidiendo directamente en el incremento de mas rapaces: zorros, comadrejas, tejones etc.

Los córvidos y águilas calvas también aumentaron beneficiándose de las carroñas de los lobos y hasta los osos se beneficiaron de las moras y demás frutos provenientes de los arbustos regenerados en las riveras de los valles. Pero lo más increíble es que cambiaron el curso de los ríos, puesto que al haber menos erosión en las orillas, los ríos se estrecharon, dejaron de serpentear y se estabilizó la tierra en las riberas.

Aunque la población de lobos creció, es difícil observarlos. Nosotros los pudimos observar a través de telescopios de “spotters” (personas que viajan a Yellowstone para su observación en las colinas circundantes de Lamar Valley) durante horas, pero no tuvimos la fortuna de tenerlos en el visor de nuestra cámara. Sí tuve personalmente una mañana temprano, todavía de noche, la oportunidad de encontrar a través de mi guía Barrett Hedges de National Geographic, una huella de lobo congelada en hielo y blandir las yemas de mis dedos por los surcos que se habían creado, lo que fue una bonita experiencia. Sin embargo sí pudimos disfrutar de coyotes, zorros e incluso del esquivo Bobcat o lince rojo emparentado directamente con nuestro lince ibérico.

Autor: Fran Rubia
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